Semblanzas de Juan-Jacobo Bajarlía
Recuerdo a Juan-Jacobo Bajarlía como al joven más joven del planeta. Con aquella sonrisa traviesa y maquiavélica, angélica e infernal que desarmaba nada más al conocerlo. Poseía el don de la palabra en grado extremo. Maestro de maestros. Rey de los callejones oscuros, era el foco que iluminaba nuestra juventud desamparada allá en aquel Buenos Aires mítico tan dado a la ginebra y al escabio, en bares de poca monta en donde escuchábamos arrobados sus historias de malevos, percantas y poetas olvidados que habían sido más grandes que Rimbaud. Abogado criminalista, tenía su estudio en una lúgubre oficinita de la 9 de Julio, fui muchas veces a visitarlo, jamás encontré un cliente: "Ché Hugo, vos sabés que los tipos no llegan por mi aspecto y el aspecto de la oficina ¿entendés?, pero acá yo piola, así tengo más tiempo para leer y para entregar mis crónicas para Playboy", me decía. Y era verdad, escribía para Playboy. Entre tetas, culos y Hugh Hefner, metía sus crónicas de viejas meretrices y asesinos seriales. Adoraba profundamente a Vicente Huidobro a quien consideraba el más grande entre los grandes. Detestaba la poesía de Neruda. Era en poesía, un fino extremista, un fundamentalista. Al hablar de Huidobro -con quien conversó una vez en Buenos Aires- se trasportaba. Caía en éxtasis y después de dos horas de explayarse sobre el vate chileno me decía: "Ché, parece que estoy hablando demasiado, hablá vos".
Escribo este introito para presentar un excelente artículo de Cicco sobre Bajarlía que me envió mi amigo Hugo Villalobos.
¡Ché Juan-Jacobo!, esto es para vos entendés?
Escribo este introito para presentar un excelente artículo de Cicco sobre Bajarlía que me envió mi amigo Hugo Villalobos.
¡Ché Juan-Jacobo!, esto es para vos entendés?
El escritor más bizarro
Por Cicco
A los 90 años, murió Juan Jacobo Bajarlía. Es una gran perdida, señores. Me arrodillo ante este hombre, un viejo genio loco. Le beso las manos, le pongo flores, rezo para que dios lo tenga en su santa gloria.
No es frecuente encontrarse con un anciano de traje y corbata, calvo como una rodilla, grandes anteojos de insecto, que hable sobre sexo anal y asesinos seriales, y que escriba poemas al demonio en el hospital mientras espera la muerte.
Los críticos literarios no terminaban de entenderlo. Era un escritor muy raro para ellos. Aun cuando recibió la Faja de Honor de la sociedad Argentina de Escritores(1962), el Mystery Magazine Ellery Queens (1964), el Konex de Platino (1984) y el Premio Boris Vian(1996), nadie sabía muy bien que esperar de él.
Escribía sobre hombres lobos, investigaba sobre Nosferatu y la conducta sádica entre criminales- era abogado criminalista, conocía el tema-, y traducía poemas eróticos antiguos.
Tenía hipótesis extrañas, Bajarlía: por ejemplo, sostenía que Jack el Destripador era argentino. Nadie le creyó hasta que la revista Todo es Historia le dedicó una nota de tapa y Juan se salio con la suya. El se rió. Y yo me reí por él.
Nos veíamos siempre en un bar frente al Obelisco, a pocos pasos de su estudio de abogado. Una vez fui a su casa, un departamento con pilas de libros cubiertas por más pilas de libros.
Yo sabía que había sido novio de la poetisa Alejandra Pizarnik- primero fue su profesor, después su pareja-. Así que le preguntaba lo que cualquier hombre bruto como yo le preguntaría: como era ella en la cama. "Alejandra era un témpano, entendés. No la levantabas con nada, entendés". Así hablaba él. De Pizarnik, que termino suicidándose con pastillas, él decía que había muerto accidentalmente- otra de sus extrañas hipótesis-.Y me mostraba el cuartito donde había dormido en su estudio."Alejandra, entendés, tomaba pastillas desde que era muy chica. Entendés, las pastillas le terminaron reventando el estomago, entendés. No se suicidó".
Juan me contaba cosas maravillosas: la vez que un tipo transportó hasta su estudio un rollo de papel en el culo escrito por el novelista Antonio Di Benedetto, que estaba preso en Mendoza en tiempos de la dictadura."Me pedía ayuda, entendés. Se lo habían chupado y yo lo ayudé. Después quedó muy golpeado Di Benedetto, entendés". Es muy difícil olvidar la voz de Bajarlía. Era una voz de otro mundo. Si vienen marcianos estoy seguro de que van a hablar así.
Juan tenía un desparpajo serio tras esos anteojos enormes. En su Breve diccionario del erotismo apunta:"La palabra culo no es pecaminosa. Es culo. Pero si le doy un significado distinto, estaría realizando esta escisión, en cuyo caso, el malpensado es el "Sr. Intención".Bajarlia hacia de estas cosas un disfrute. Asuntos que en la practica son un disfrute, pero en los ambientes académicos un culo muchas veces esta considerado como un articulo de librería.
Nadie se atrevería a escribir como él. Era demasiado arriesgado. Demasiado bizarro. "El día crepitó maravilloso en la galaxia", escribe en El endemoniado señor Rosetti, mi libro favorito de su obra. Sus textos son hoy difíciles de conseguir. El endemoniado señor Rosetti es a la literatura Argentina lo que fue Plan 8 del espacio sideral, de Ed Wood, para el cine: una obra que es pura actitud.
Bajarlía buscaba escribir como H.P. Lovecraft, el genio del terror metafísico, pero era demasiado argentino y demasiado loco. A él lo consagro su excelente ensayo El horror sobrenatural y otro imperdible lo dedicó al creador del señor de los vampiros Drácula, el vampirismo y Bram Stroker. Es de lo mejor que se ha escrito en el país sobre el tema.
En su vejez, tenia la letra finita y temblorosa. Conservo su dedicatoria firmada en 1999. La tengo frente a mí en este momento. Cualquier grafólogo diría: "Carajo, ¿pero este hombre escribe con los pies o es de otro planeta?".
Me gusta toda la obra de Bajarlía. Sus libros sobre erotismo, sus libros sobre terror, sus libros sobre monstruos, criminales, putas. El se tomaba en serio cosas que yo me tomo en serio. Éramos parte de una misma familia.
Lo conocí a través de Federico Andahazi, quien había escrito su segunda novela, Las piadosas, basándose en ciertas investigaciones sobrenaturales de Bajarlía- Juan explicaba casi clínicamente la existencia de fantasmas. Lo encontré en su estudio y me dijo: "¿No te conozco a vos?" "Imposible", le contesté. Sin embargo, ahora que lo pienso bien, tal vez se refería a otra vida, al mas allá, a los fantasmas, al no-tiempo, qué se yo. Tal vez tenía razón.
Una vez, redactó para mi revista un artículo sobre cómo lo había ayudado a Di Benedetto a salir de la cárcel. Era un relato desgarrador. Describía como en la prisión ponían al autor de Zama frente a un pelotón de fusilamiento y hacían todo el teatro de que lo iban a matar y no lo mataban.
Recuerdo que, como la nota quedaba algo breve, y dado que no lo había podido ubicar para agregar algo, me tome el atrevimiento de acotarle inocentemente una línea. Una sola línea bastante escueta en un texto que tenía más de 200.
A la semana siguiente, con el artículo publicado, Bajarlía me llamó a la oficina: "El texto quedó bárbaro, entendés. Pero ¿Quién escribió esa línea de mierda? Es una línea escrita por un cavernícola".
Después de estos años, puedo decirlo: era yo, Juan. Si, el cavernícola era yo, entendés.
No es frecuente encontrarse con un anciano de traje y corbata, calvo como una rodilla, grandes anteojos de insecto, que hable sobre sexo anal y asesinos seriales, y que escriba poemas al demonio en el hospital mientras espera la muerte.
Los críticos literarios no terminaban de entenderlo. Era un escritor muy raro para ellos. Aun cuando recibió la Faja de Honor de la sociedad Argentina de Escritores(1962), el Mystery Magazine Ellery Queens (1964), el Konex de Platino (1984) y el Premio Boris Vian(1996), nadie sabía muy bien que esperar de él.
Escribía sobre hombres lobos, investigaba sobre Nosferatu y la conducta sádica entre criminales- era abogado criminalista, conocía el tema-, y traducía poemas eróticos antiguos.
Tenía hipótesis extrañas, Bajarlía: por ejemplo, sostenía que Jack el Destripador era argentino. Nadie le creyó hasta que la revista Todo es Historia le dedicó una nota de tapa y Juan se salio con la suya. El se rió. Y yo me reí por él.
Nos veíamos siempre en un bar frente al Obelisco, a pocos pasos de su estudio de abogado. Una vez fui a su casa, un departamento con pilas de libros cubiertas por más pilas de libros.
Yo sabía que había sido novio de la poetisa Alejandra Pizarnik- primero fue su profesor, después su pareja-. Así que le preguntaba lo que cualquier hombre bruto como yo le preguntaría: como era ella en la cama. "Alejandra era un témpano, entendés. No la levantabas con nada, entendés". Así hablaba él. De Pizarnik, que termino suicidándose con pastillas, él decía que había muerto accidentalmente- otra de sus extrañas hipótesis-.Y me mostraba el cuartito donde había dormido en su estudio."Alejandra, entendés, tomaba pastillas desde que era muy chica. Entendés, las pastillas le terminaron reventando el estomago, entendés. No se suicidó".
Juan me contaba cosas maravillosas: la vez que un tipo transportó hasta su estudio un rollo de papel en el culo escrito por el novelista Antonio Di Benedetto, que estaba preso en Mendoza en tiempos de la dictadura."Me pedía ayuda, entendés. Se lo habían chupado y yo lo ayudé. Después quedó muy golpeado Di Benedetto, entendés". Es muy difícil olvidar la voz de Bajarlía. Era una voz de otro mundo. Si vienen marcianos estoy seguro de que van a hablar así.
Juan tenía un desparpajo serio tras esos anteojos enormes. En su Breve diccionario del erotismo apunta:"La palabra culo no es pecaminosa. Es culo. Pero si le doy un significado distinto, estaría realizando esta escisión, en cuyo caso, el malpensado es el "Sr. Intención".Bajarlia hacia de estas cosas un disfrute. Asuntos que en la practica son un disfrute, pero en los ambientes académicos un culo muchas veces esta considerado como un articulo de librería.
Nadie se atrevería a escribir como él. Era demasiado arriesgado. Demasiado bizarro. "El día crepitó maravilloso en la galaxia", escribe en El endemoniado señor Rosetti, mi libro favorito de su obra. Sus textos son hoy difíciles de conseguir. El endemoniado señor Rosetti es a la literatura Argentina lo que fue Plan 8 del espacio sideral, de Ed Wood, para el cine: una obra que es pura actitud.
Bajarlía buscaba escribir como H.P. Lovecraft, el genio del terror metafísico, pero era demasiado argentino y demasiado loco. A él lo consagro su excelente ensayo El horror sobrenatural y otro imperdible lo dedicó al creador del señor de los vampiros Drácula, el vampirismo y Bram Stroker. Es de lo mejor que se ha escrito en el país sobre el tema.
En su vejez, tenia la letra finita y temblorosa. Conservo su dedicatoria firmada en 1999. La tengo frente a mí en este momento. Cualquier grafólogo diría: "Carajo, ¿pero este hombre escribe con los pies o es de otro planeta?".
Me gusta toda la obra de Bajarlía. Sus libros sobre erotismo, sus libros sobre terror, sus libros sobre monstruos, criminales, putas. El se tomaba en serio cosas que yo me tomo en serio. Éramos parte de una misma familia.
Lo conocí a través de Federico Andahazi, quien había escrito su segunda novela, Las piadosas, basándose en ciertas investigaciones sobrenaturales de Bajarlía- Juan explicaba casi clínicamente la existencia de fantasmas. Lo encontré en su estudio y me dijo: "¿No te conozco a vos?" "Imposible", le contesté. Sin embargo, ahora que lo pienso bien, tal vez se refería a otra vida, al mas allá, a los fantasmas, al no-tiempo, qué se yo. Tal vez tenía razón.
Una vez, redactó para mi revista un artículo sobre cómo lo había ayudado a Di Benedetto a salir de la cárcel. Era un relato desgarrador. Describía como en la prisión ponían al autor de Zama frente a un pelotón de fusilamiento y hacían todo el teatro de que lo iban a matar y no lo mataban.
Recuerdo que, como la nota quedaba algo breve, y dado que no lo había podido ubicar para agregar algo, me tome el atrevimiento de acotarle inocentemente una línea. Una sola línea bastante escueta en un texto que tenía más de 200.
A la semana siguiente, con el artículo publicado, Bajarlía me llamó a la oficina: "El texto quedó bárbaro, entendés. Pero ¿Quién escribió esa línea de mierda? Es una línea escrita por un cavernícola".
Después de estos años, puedo decirlo: era yo, Juan. Si, el cavernícola era yo, entendés.
4 comentarios:
14:39
Me gustan mucho los textos que colgás en tu blog, y tu blog en general. Me resulta muy atractivo tanto por la estética que tiene, como por sus contenidos. Quería avisarte que acabo de hacerte otro comentario en un texto de Alfonso Castelao, pero te aviso por aquí por las dudas (no sé hace cuánto lo puisiste y temía que no lo leyeras). Felicitacines por este espacio. Paula
10:49
la pizarnik?
jojo
saludos hugo !
n.
01:49
Quiero contarle al autor del artículo, que la película de Ed Wood se llama "Plan 9 del espacio sideral" y no "Plan 8..."
11:49
Hola, de casualidad tienes en electrónico el libro del endemoniado señor Rosetti? tengo varios años buscándolo sin éxito. si es así te agradeceré me lo envíes a: isaac@chetumail.com
Aprovecho para comentar que es un buen espacio el que tienes!! Felicidades.
Isaac
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