Racconto sucinto que Yoel hace del Di Tella

Racconto sucinto que Yoel hace del Di Tella



Por Yoel Novoa


L a muerte siempre le cayó bien al Di Tella. Aunque en los sesentas la mayoría éramos jóvenes, la muerte era casi una obligación, el coqueteo mortal autentificaba las expresiones artísticas. El secreto para hacer buen teatro, era dar la vida por el acto. Yo asumí esa técnica y durante los diez años que anduve vagabundeando teatralmente por América, gracias a esa técnica, siempre tuve público que me prestó atención.
No todo era así, el DiTella fue un foco de experimentación y la pelotudez podía ser mostrada con todo su esplendor y variedades. Funcionaba como un verdadero laboratorio de experiencias y se le hacía caso a cualquier propuesta y no era de extrañar que la boludez se mostrara al detalle. Eso era lo más genial del Di Tella: la experimentación era más importante que lo consagrado. Incluso hacia lo "consagrado" había un rechazo casi dogmático. Esa disciplina, a mi, me la inculcaron Mario Trejo Y Alfredo Arias y la ejercí viajando. Si bien reconozco que gracias a ella concreté un método de vida, ese método me mantuvo al margen de las realizaciones, porque la marginalidad que logré fue el carozo que me permitió dar todo en mi expresión, y lo más material que conseguí con eso, fue que la gente pagara entradas para verme actuar.Eso sí, cuando nos empezaba a ir bien en algún país, cuando nos empezábamos a establecer (yo estaba con Marta y con ella había cursado el Di Tella), dogmáticamente rajábamos al país siguiente adonde llegábamos prácticamente sin dinero y a empezar de cero. Curioso y real. Tal vez la juventud de entonces simplemente prometía un futuro de seguridades, despreciable.
Absolutamente, mi viaje fue una consecuencia del Di Tella. Si no hubiera estado en el Di Tella, jamás habría emprendido aquel viaje y tal vez, hoy día yo sería un actor reconocido o no, pero hubiera hecho una disciplina más coherente y conservadora. Pero la realidad fue lo que fue. O sea que en 1978, cuando regresé, en vez de incluirme en el mundillo artístico que había dejado en 1968 (el proceso militar ya lo había hecho mierda), me recluí y viví un aislamiento duro, una especie de prisión domiciliaria que llega al hoy, adonde los fantasmas del Di Tella aparecen mezclados con los de mi padre y mi madre.

8 comentarios:

Anónimo dijo...
09:35
 

interesante historia. Lo increible es que ud. aun utilice el nombre que los propios militares le dieron a su intervencion, "proceso" es un eufemismo. El verdadero nombre de lo que acometieron es : DICTADURA

Que el Di Tella me haya condicionado a Viajar fue una cuestión dialéctica. Arias estaba invitado a Nueva York. Marta y yo como integrantes del elenco, también; pero cada uno debía cubrir los costos de su pasaje en avión. Marta y yo carecíamos absolutamente de moneda. Entonces se nos ocurrió pedirle a pintores y escritores dibujos y manuscritos. Lo hicimos y remate mediante. Marta y yo nos convertimos en millonarios (unos diez mil dólares en aquellos días). Con Arias tuvimos un enojo y nos abrimos de su elenco. Entonces, por pura ética, arrancamos modestamente por Santiago de Chile. Después vino lo otro...

Anónimo dijo...
09:01
 

¡error! cualquier revisión de aquel nefasto instituto, debe ser sepultada y olvidada.

Anónimo dijo...
09:18
 

Al Di Tella iban porteñitos de Buenos Aires que era medios existencialistas, medios poetas, medios actores, medios loquitos, medios hijos de mamá, medios filósofos, medios raros, medios cineastas, medios chetos, medios pelotudos. Nunca aportaron nada, escribieron todo el tiempo pelotudeces y algunos terminaron trabajando para los milicos. Ahora lo quieren convertir en algo mítico y que fue mas importante que la generación española del 27. Andá …………………..

Fede

Anónimo dijo...
10:32
 

Yo al huevo duro, lo corto al medio y rocio el amarillo con un poco de aceite de oliva, y luego un poco de sal.
Hace años, los comía blandos y tibios.
Fritos, hace añares que no los consumo.

Anónimo dijo...
10:34
 

¡Vale dió! ¿Pá cuando las cartas Valverdes? Atrá mio hay un ejército de lectores, lectores de los buenos, de esos que leen y no comentan, de los que digieren y embuten. Y saben y me acosan: "¿Pa cuando pá, pa cuando?"
Incluso una dama de 52 años, autodenominada "esposa de Satanás", me acosó: "Chico, mira que tienes un nudo terrible. Mira cómo me vuelves roja con solo mirarte. ¿Qué te pasa Manoliño? A ver si te crees que con los versículos de Arnoldo vas a arreglar algo. Por lo menos tienes que llegar a los Valverdes".
"Que no soy yo el responsable. -contesté- Siquiera la Inmaculada. Que son cosas del destino".
Entonces rugíome la diabla: "¡Y de qué coño te crés tí que trata esto! -y se tomó un respiro para nombrarme con fetidez enojada- ¡Chuleta!".

Anónimo dijo...
11:28
 

¿Quién es verdaderamente Robin? a veces parece paraguayo, otras español, gallego, chileno, croata, italiano o boliviano. Lo que sí es que está de la cabeza. Son los mejores comentarios de la web. Es diabólico y otras un santurrón. Pajero y melancólico. Es un maldito santito que vive en un convento y se hace encular.




Fede

Anónimo dijo...
09:46
 

Principia el título, luego siguen los subtítulos que comentan y recién después viene la información completa en letra pequeña.
El título contagia un dato concreto que confunde, los subtítulos o abreviaciones reafirman esa confusión. Generalmente la letra pequeña acumulada en un largor notorio, no es consultada pues su lectura aparenta ser un martirio.
Sin embargo, si se realiza esa lectura a comprensión total, en vez de aclararse alguna noción, la confusión se cerrara en sí misma y la única salida será el infierno, la explosión, el auge bélico...
El paliativo de estos mensajes, lo da el médico profesional que acompaña la muerte de su paciente, gesticulando -repitiendo como espejo- la gesticulación terminal del que está muriendo y mira al que lo imita.