El poema perfecto

El poema perfecto



Al terminar de escribir el poema me sentí satisfecho. Me dije que era un buen poema. Pensé que estaba bien hecho. Es lo que quería expresar. Por fin las putas musas vinieron a mí. Leí el poema dos veces y lo encontré bueno. Y lo leí por tercera vez. Me di cuenta que había que quitarle una coma. Se la quité. Ahora sí el poema era perfecto. Lo leí en voz alta. Todo tenía que ver con todo. Esa coma que había quitado, era absolutamente necesaria quitarla. Estaba finalmente terminado el poema. Aunque nadie lo hubiese notado. La coma que le quité era fundamental. Entonces me decidí; era la versión definitiva. Era un buen poema el que había escrito. Repaso la lectura del poema y me di cuenta que la coma que había eliminado, no tendría que haberla eliminado. La repongo. Ahora sí, con la coma repuesta, es otro el poema. Tiene mayor fuerza. Es verdaderamente un poema de marca mayor. Perfecto. ¡Fiat Lux! Se hizo el poema. Era la versión definitiva. Luego reviso, e inmediatamente sale a la luz que la coma que repuse no tenía que...

Ilustración de Javier Molinero.

4 comentarios:

Ariel Cubillos, aquel marplatense que falleciera linchado por los vecinos que lo confundieron con un violador que no era él, me hablaba (hace cosa de un año) de sus comas. Generalmente durante sus desayunos las descubría por el piso, en su mayoría gomosas y amarillas, ocres. Ariel siempre dijo que esas comas no eran sus comas. No las reconocía propias pues semejaban babosas olvidadas, caídas de lógicos textos nocturnos. Por supuesto no eran moluscos desconchados, eran signos gramaticales inflamados y descontrolados, pues por las noches, Ariel era un literato desmedido, realmente un abusador.
Tal vez las comas fueran coimas. Coimas ofertadas quizás por el propio inconciente del poeta, para calmar su diarreico estilo de poetizar los oleajes marinos y las zambullidas humanas, que noche tras noche lo iban conduciendo a la locura.
Pero Ariel no entendió, o no quiso entender, lavó las comas de su cocina con hipoclorito de sodio y escribió su obra "Magnum", un texto no solo sin comas, sin ningún signo gramatical, escribiendo las palabras continuadas sin separaciones, una pegada a la otra, desde la primera hasta la última hoja. Un experimento de 172 páginas.
El lastimoso accidente que truncó su vida, le dió cierta fama que condujo a la publicación y venta de "Magnun" en algunas librerías de Buenos Aires, donde la crítica especializada coincidió en opinar que se trataba de un "relevante texto marplatense".

Este último lunes, llegó a casa Arturo Cárdenas con su libro inédito. La importancia de la coma en la Poesía Moderna. Un mamotreto de 220 páginas que escribió, según él, por inspiración divina. Quería que le diera una mano para su publicación. Escribir un prólogo, presentarle un editor, etcétera. Dije a todo que sí. Si no lo hacía, intuía que me quedaban pocos segundos de vida.

El otro día en pedo me rasqué el culo (un cacho de nalga). Pareció pulpo español vivo.
Se me escapó el aspecto duradero
Pero
Cuántos recuerdos en escabeche.

Anónimo dijo...
18:17
 

Llegara el día en que todo esto bello que haz escrito se lo podrás decir... por que ninguna muerte te quita los recuerdos...solo te deja pena en el alma, y sera algo que superaremos y miraremos sus trofeos y pensaremos en el saliendo a las 4 de la mañana a pescar. Fue su pasión que no se la dejo llevar por nadie...lo amo y lo amaremos siempre.
te amo mama.