Una noche con Kim Basinger

Una noche con Kim Basinger


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Todo el mundo me lo dijo. Pero yo seguí adelante. No tendría que haberme entusiasmado. No con ella. Con Kim Basinger. Nadie estaba de acuerdo. Yo como siempre. Pensando del ombligo para abajo. Cuando ella entró al almacén fui deferente. Lo que pasa que ella era diferente. Hacía poco había llegado a vivir al barrio. Aparte de sus piernas y las tetas, hubo una cosa que me encantó, fue que todas las cosas que pedía eran de a una. Una papa, un tomate, una lechuga, una feta de jamón, una lamparita. Poco a poco me fui involucrando. Ella lo que gustaba de mí -porque me lo dijo- eran mis piernas de futbolista y mi acento francés. Ten cuidado me dijo la gente del barrio, mira que esa mina es rara. La gente rara del barrio me decía que la mina era rara. ¡Joder! Una cebolla, un pepino, un durazno, una feta de queso. Eso realmente me encantaba. Nunca le pregunté por qué le decían Kim Basinger. No se lo pregunté porque era evidente. Eran dos gotas de agua. Aunque en verdad era una sola gota de agua. Una fotocopia perfecta. Fue así que concertamos una cita íntima. En aquel instante, cuando me dijo que sí, yo era el dueño del mundo. Era Jefe del Cartel de Juárez. Era Obama. Aquella noche, mientras le recitaba un poema de Verlaine -por supuesto que en francés- en la mitad del poema, me dijo que quería decirme la verdad, confesarme su verdadera identidad. Me contó que en realidad se llamaba Pedro Jesús Martínez, que era oriundo de Valparaíso y tenía 28 años. Terminé de recitar a Verlaine. Le dije que yo también tenía que confesarle algo. Que en realidad no me llamaba Gonzalo Arango. Luego la acompañé a la salida, cerré la puerta con doble llave y escribí este Post.


comentarios:

Es la opción que recibe el hombre, en algún durante de su vida, de recibir una pija en el culo.
Cuando el travesti muestra sus dotes al galán, éste se niega a seguir la joda. "¿Porque te niegas, qué sabes tú, si no has probado...?" ofrece el Kim Basinger. Ahí es donde el almacenero, luego de pensarlo, se niega y cierra el culo con doble vuelta de llave.
La precaución y la duda.
En mi caso personal, cuando me preguntan ofrecen y plantean el interrogante, contesto con conocimiento de causa, pues en una reunión de primera adolescencia me metieron un pijo en el culo y como me dolió, no me gustó. Por consiguiente no acepto las propuestas pertinentes sabiendo de qué se trata.