Soy el amor de tu vida

Soy el amor de tu vida


Una vez conocí a una feminista. Yo era feminista. Una vez conocí a una chica que le gustaba el pescado frito. A mi también. Una vez conocí a una mujer que le encantaba toda la década del ochenta. Fue lejos la mejor época, le dije. Conocí a una militante de izquierda. Inmediatamente me convertí en el Ché. Cristina había descubierto el jazz. Loca por el jazz. Me hice adicto al jazz. Jazz mañana, tarde y noche. Sobre todo Miles Davis. A ella le encantaba. A mí también. Leonor se había adscripto a Greenpeace. Inmediatamente me hice acólito defensor de las ballenas azules, blancas y amarillas. En el bar Melissa conocí a la francesita Michelle. Me la presentó Bruno. Ella es Michelle, le gusta el cine negro. Estuve toda la tarde hablando de cine negro con Michelle. Luego conocí a Susan. Susan -americana de Cincinnati- había venido a la Patagonia por un doctorado en aborígenes australes. Yo soy tataranieto del último aborigen. Me convertí en su mejor guía. Nadie sabía tanto sobre el tema como yo. Conocí a Ramona amante de los caballos. A Lucía fotógrafa. A Verónica cirujana. A Valeria folklorista. A Marta que trabajaba en una financiera. A Rebeca cocinera. A Javiera profesora. A Ernestina filósofa. Me transmutaba perfectamente. Yo era amante de los caballos. Yo era fotógrafo. Yo cirujano. Yo folklorista. Yo sabía más que nadie sobre el sistema financiero internacional. A Rebeca le enseñé la cazuela de congrio. No la de Neruda que es una mierda, sino que la verdadera y ancestral cazuela de congrio. Yo profesor. Yo filósofo. Yo el perfecto Zeitgeist mejorado Yo el tipo que se acostó con todas ellas. Y que por un instante fue todo lo que ellas desearían que fuera. Yo. El gran hijo de puta.

Ilustración Javier Molinero
Blog de Javier

10 comentarios:

Cuando en Chile, le mentas la madre a otro, te matan.
Además, una cosa es "gran hijo de puta" y otra "grandísimo hijo de las mil putas madres que te remilparió, conchaetumadre, hijo de puta". En este caso, significaría lo mismo en primera persona, no en segunda como sucede habitualmente. Es un decir del uno al otro, suscitando la terminoleta del estofado, la muerte bravía, severa y teatral... el poder de la palabra.
Ahora, cuando se putea en tercera persona, es cosa de bohemios, estén en el país que estén.
Imagino tu almacén con un mostrador mediante entre vos y el cliente. El cliente te pide: "Doscientos de mortadela por favor" y vos le decís con aplomo: "¿Por qué no te vas a la reputa madre que te parió, pedazo de hijo de puta" y con galante sonrisa le despachás el pedido.
Las puteadas bien servidas promueven la asiduidad de un público, lo crean.
Ojo, también cuando el cliente te pide la mortadela a los huevos, le podés salir con "Si usted supiera el grandísimo hijo de puta que soy yo".
La puteada es más comunicativa que el futbol, después viene la poesía y esas cosas en el tiempo.

Anónimo dijo...
17:29
 

Va la madre, esto me gusto muchísimo.

En el fútbol, cuando se mete un gol sin putear, no se está metiendo un gol.

La pelota entra en la concha de la madre del arquero

O sea, conviene quel arquero tenga madre.

Anónimo dijo...
12:37
 

El fútbol y las madres, las madres del fútbol, las cenicientas y la eliminatoria, sea como sea.

Los árbitros reciben toda las santas plegarias, ellos salieron de vientres de Acero.

PD: Quién no tuvo madre, absténgase de hacer comentarios.

Con su permiso, me lo llevo puesto

Que hijos de puta...

No sos "un hijo de puta" (mala persona) por haberte cojido o haber querido cojer a cuanta mujer pasó delante tuyo, merced a la falsa exaltación de sus profesiones y gustos...
No estás dentro de los códigos morales normativos, sos un personaje más de Arlt, sos como aquel adolescente de los escritos de don Roberto, que él no llegó a describir completamente, aquel pibe que se masturbaba un número imposible de veces por día y que contemplando el caudal de su esperma estrellado por cualquier lado, melancólicamente recapacitaba: "¡Qué hijo de puta, soy!"

Anónimo dijo...
11:52
 

la culpa es de ellas


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