En el casino de Puerto Natales

En el casino de Puerto Natales


Me llama Martín y dice que llegó al pueblo. Martín llegó al pueblo. Nosotros le decimos ciudad al pueblo. Pero eso es otra historia. Otra histeria. Martín es mi amigo y jugador de póker aficionado. Aficionado absolutamente a jugar al póker. Me cita en el casino. Voy. Apenas lo veo me dice que pida un trago. Que pida lo que quiera. Que él está en la mesa de póker del fondo. Que está ganando. Me reitera que pida lo que quiera. Miro la mesa del fondo y veo a mi vecina Naty con su comadre, tres tipos que no conozco, un argentino con la camiseta de su selección y también veo a Spiro con el croata Pivcevic.

La verdad que Martín no me dio tiempo a nada. No pude contarle sobre el documental. De la repentina muerte de Yolanda. De mi viaje a Portugal. Ni de mi nuevo libro publicado por Mondadori. Desde la mesa de póker del fondo veo a Martín levantar su copa y brindar. A lo lejos brinda conmigo. Yo levanto mi copa y brindo con él. A los lejos. Termino de tomar mi Manhattan. Llamo a la chica y le pido una Margarita. Voy donde Martín y le pregunto si quiere un trago. Trago que pagará Martín. Me dice que una Coca Light. Lo pido y se lo llevo. Me dice bajito que esta noche tiene una suerte endemoniada. Que está ganando 200 euros. Vuelvo a mi mesa. Volvemos a brindar a lo lejos. Qué haces acá me pregunta Fabián, que llega con su pareja. Le respondo que acompaño a Martín. Le pido que me acompañen y les ofrezco un trago. Yo pido un Metropolitan. Vuelvo donde Martín y le digo que está Fabián y su pareja en mi mesa y que les ofrecí un trago. Me dice que no hay problemas. Que él paga. Que hasta el momento lleva ganados 300 euros. Vuelvo a la mesa.

Aparece Néstor con su pareja. La última vez que vi a Néstor fue en el mundial del 86, en México. Nos abrazamos y casi lloramos. Le presento a Fabián y su pareja. Los invito a mi mesa y les ofrezco un trago. Yo pedí un Pisco Souer, 3 partes de pisco de 35%, 1 parte de jugo de limón recién exprimido y azúcar y hielo a gusto. Arrimamos dos mesas a la mía, la verdad que era una noche encantadora. Risas, chistes y moralejas. Estaba desechando la idea de que el casino es un lugar falso y lúgubre. A lo lejos brindaba con Martín.

Luego llegó Alejandro. No podía creer que estuviese allí. Hacía apenas una semana me había mandado un correo de Chicago. Es una sorpresa Hugo, me dijo. Toma lo que quieras le dije. Pidió un Alexander Calúa. Esto ya se había convertido en el camarote de los Hermanos Marx. Pedí un Tequila Sunrise. Todos los que no habían pedido, pidieron. Una noche maravillosa. Sentí que era mi noche. Hasta recité un par de poemas. El de la rana que murió de amor y el del día que conocí a Anaïs Nin. Me olvidé de Martín cuando Fabián dijo que fuéramos a su casa a terminar la noche.

A la mañana siguiente desperté con un dolor de cabeza esperpéntico y con el teléfono sonando. La puta madre pensé, quién mierda llama a las tres de la tarde de un día domingo. Era Martín. "Hijo de puta, de la puta madre que re mil parió, dejaste una cuenta en el casino de 400 euros que tuve que pagar, más los mil que perdí, te voy a matar la concha de tu madre". Corté.

4 comentarios:

Huguito... me duele la cabeza; gracias por el Alexander Calúa; cuando te fuiste me mandé como cuatro más y me comí unos sánguches de pollo con palta más caros que la cresta. Le dije a la garzona que agregue todo a la cuenta del Sr. Martín. Ni sé cómo llegué de regreso a Chicago, pero estoy aquí y me duele la cabeza...

Alejandro; en el desglose de la cuenta (se lo pregunté a Nancy que es mi vecina y trabaja en el Casino), lo tuyo sumaba 80 euros. Pienso que realmente a ti lo que te importaba era tomar y comer y no realmente estar conmigo aquella noche. Te perdono. La crisis llegó a Chicago. Sigues siendo mi amigo. Un abrazo Alejandro.

que remate,,,,

jajajaja, muy buena hugo, ahora si que te las mandaste