El día de mi muerte

El día de mi muerte

Nada hacía presagiar mi muerte. Era un día de tantos. Me levanté temprano. A las 7.10 de la mañana. Como de costumbre. Desperté a mi hijo. El uniforme del colegio. Su desayuno. El bus que lo pasa a buscar. Luego nuevamente me metí a la cama. Soñé que había vuelto a Buenos Aires. Que caminaba por el barrio de Flores. Que me encontraba con una manifestación de profesores jubilados. Luego estaba en Lisboa. Caminaba cuesta arriba por el barrio de Alfama. Me encontraba con Yoel. Le pregunto qué hace en Lisboa. Me dice que cómo. Que no es posible que me haya olvidado. Que habíamos quedado de encontrarnos allí. Precisamente en el Castillo de San Jorge. Le digo que no lo recordaba. Que me perdone. Suena el despertador. Despierto. Me ducho. Veo mi correo pensando en María. Por si tengo algún correo de María. Abro el almacén a las 9.30. Tomo desayuno mientras veo un canal de tv. Reflexiono sobre mi sueño. Pienso que no he volver a Buenos Aires ni a Lisboa. Eso me pone triste. Luego atiendo el almacén. La rutina instalada. Será un día más. Uno más de los miles de putos días de mi vida. Luego salgo de compras. El día anterior pensé, que hace mucho tiempo que no hago caldillo de congrio. Voy a la pescadería. Compro congrio. Luego me dirijo a la farmacia. Paso a visitar a mi amigo Jorge que trabaja en el hospital. En la calle me encuentro con Fabián. Intercambiamos algunas palabras. Quedamos en encontrarnos por la noche. Camino pensando en escribir el cuento sobre fútbol. Me lo pidió Ramón. Se trata de una antología sobre fútbol. Mi pasión. Veo venir a Viviana. La abrazo. Me dice que está organizando un encuentro cultural. Le encantaría que leyese algunos de mis poemas. Le digo que lo voy a pensar. Que la próxima semana le daré la respuesta. Seguramente será negativa. Eso pienso. Camino por la calle Bulnes. Subo la calle Bulnes. Sé que a mi hijo le gusta el plato que le prepararé al mediodía. Eso me pone feliz. Tarareo una canción de Guns N' Roses. Escucho disparos.

8 comentarios:

Pues como diría ese salsero panameño: ...la vida te da sorpresas...

Lamento profundamente el deceso del poeta natalino. No tenía ni idea.
Es tanta la muerte que acontece, que parece mentira. Es tanta la muerte de los otros, que nos olvidamos de la nuestra, mintiéndonos de que nos gusta esto y que no nos gusta aquello, cuando entonces alquien nos descubre paveando bajo el sol y nos entierra de apuro.
Lamento la muerte del amigo Hugo, haya muerto por una balacera a través del tiempo, por un ataque rotundo de tábanos, o por demasiada sepultación de plátanos acumulados.
Aunque esperada, la muerte siempre sorprende y es distinta aunque sea universal.
Si no fuera por este blog, este "diario de a bordo", jamás me hubiera enterado de la amuerte de Hugo, y como me dijera hace años un historiador que en una extraña isla del Tigre (una isla que nunca busqué y me perdí en ella), me rescató de la tempestad que me estaba enloqueciendo, me dió un plato de comida, un par de vasos de vino, y me dijo: ¡Olvídese! Si hay algo que le puedo asegurar es que el pasado está muerto".
En fin Hugo. Si te llegaras a encontrar con Vargas Llosa, pídele te convide con anticuchos.

Anónimo dijo...
21:19
 

Ellas, como las afortunadas inspiraciones de Hugo Vera Miranda, que hoy en su lecho de duelo, la reunen en orden alfabético, expresan al mismo tiempo en sus mentes mientras ven el ataúd. Aquel poema de Auden:

Que se paren los relojes, que se que corte el teléfono,
que el perro a un hueso jugoso ya no le ladre,
que se callen los pianos y con redobles en sordina
venga el ataud y entren los dolientes.
Que los aeroplanos que gimiendo dan vueltas en lo alto
escriban en el cielo el mensaje: "Él ha muerto",
que pongan pajaritas de papel en los cuellos blancos de las palomas,
que los policias se pongan guantes negros.
Era mi norte, mi sur, mi este y mi oeste,
toda mi semana y mi día de descanso,
mi mediodía, mi medianoche, mi plática, mi canción.
Pensé, y estaba equivocado, que nuestro amor duraría siempre.
Ya no quiero las estrellas. Que las apaguen,
que empaquen la luna y desmantelen el sol.
Que sequen el océano y barran los bosques
porque ya nada de lo que venga habrá de ser bueno.

Que bella coincidencia en las mentes de vuestras damas.

El poeta ha muerto
¡Viva el poeta!

gardel le pera dijo...
12:05
 

es explicable. a mí guns n' roses tampoco me gusta.

Da pena por el chico.

Importa la canción? A mi me gustaría "lucky day" de Tom waits. Y pensaría en la sonrisa de mi chica. Claro que tal vez pateando la tapa de una botella con la mente en blanco es cuando me tome la muerte. Espero le guste conversar.

Anónimo dijo...
17:25
 

Mi sentiiento es egoísta. Qué será de mis tardes solitarias sin ti, Hugo, si en Natales no hay otra persona que comprenda nuestro sentido del humor.

Creo que Hugo no ha muerto.
Seguro que escuchó balazos
y más balazos
Y cuando se escucha a los balazos piar por uno, surge el shock catatónico y la cabeza gira como un trompo: es la catalepsia del eructo interrupto, el gran pupto (gargajo grande) que estalla bajo la forma de un estatismo feroz, el corazón se detiene, parece no haber respiración... Sin embargo -mi padre lo detectó en la portería natal, manipulando inquilinos suicidas- esos "cadáveres" no son tales porque mantienen una respiración -muy difícil de advertir- a través del agujero del culo.
El susto ha pasado.
Más...
No quiero equivocarme. Recuerdo a Rubén Darío que cuando su padre se casó con una muerta, también empezó a escuchar balazos y ritmos dodecadofónicos que lo llevaron a teatrales catalepsias que culminaron con salvajes ataques epilépticos dentro de un ataúd cerrado.

Hugo ¿estás?