Barajaba algunas alternativas. Todas ellas me conducirían al abismo. La salvación no era posible. Los enemigos eran numerosos e implacables. El suicidio era la salida. Era lo que yo entendía como la alternativa favorable. La más favorable. Fui a la ferretería cerca de casa y compré una soga. La instalé en el galpón. Luego tomé una ducha. Me puse ropa para ocasiones especiales. Me instalé en mi biblioteca. Preparé un café y me fumé un cigarrillo. Eran las cuatro y media de la tarde. Ferrer me había dicho que los poetas mueren a las cinco de la tarde. Tenía media hora para vivir. A las cinco menos veinte me llama Fabián, me dice que viene a casa a tomar un café. Le digo que venga a las seis de la tarde, que a esa hora estaré desocupado. ¡Vaya que estaré desocupado! A las cinco menos cuarto me llama mi abogado, dice que no hay posibilidad de revertir la causa. Que son veinte años y que con buena conducta, saldré a los quince. Lo mando a la mierda. A él y a toda su parentela. A las cinco menos diez, entra mi tía Matilde donde yo estaba. En la biblioteca. Demudada. Nunca vi un rostro de tragedia igual. Era la muerte retratada. Era un cero menos que cero. Un espanto de muerte en el semblante. Nunca vi nada igual. O sí, una vez vi ese terror en la mirada, fue cuando miré por tv el juicio sumarísimo que se le siguió, al general dictador rumano Nicolae Ceaucescu. La eminencia de la muerte. Quedo paralogizado. Le pregunto que le pasa. ¿Sabes qué? Me dice. Le pregunto que le pasa. Que me diga ya lo que pasa. Me dice que le descubrieron una carie. Que tiene una carie. Que su dentista le descubrió una carie. Entonces descubrí que mi problema no era nada comparado con el suyo. Que tendría que seguir viviendo. Contraté un nuevo abogado.
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Contraté un nuevo abogado |
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Mi primer amor |
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Presentación del libro de Julián |
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Marcela Muñoz Molina |
Definitivamente no se puede con ellos. Cyrulnik dice que neurológicamente somos totalmente incompatibles y que en la práctica, es un milagro que podamos establecer relaciones amorosas duraderas. No sé por qué sucede. No sé, si es por la necesidad extrema de mantener la especie, por soledad, por costumbre o por carencia. El tema es que insistimos una y otra vez. Apenas nos olvidamos de los dolores de parto, volvemos a embarazarnos y a cruzar el luminoso y escabroso escenario. Terminamos casi siempre fumándonos todos los cigarrillos, con la mirada perdida en el suelo. Tomándonos todo el café. Evitando las comidas. Durmiendo mal. Lo perdemos todo en ese intento. Si habíamos logrado dar con algo, lo volvemos a ofrecer en la mesa del otro, para compartirlo con todos. Cada asistente, come inocente un poco de ese fuego acumulado. Todos los testigos de esa fiesta de segundos, de colores brillantes y poco reales, saben que no durará. Y aún así, se ríen y participan. Será acaso uno de los pocos estados de conciencia común. Los nacimientos, el amor y la muerte. Después caemos de nuevo. Los amantes caen violentamente. Los testigos tambalean, se sacuden un poco. Ellos dos solos y por separado, se despiden de un mundo inventado por los olores que lograron mezclar. Mueren un poco en la caída, pero no mueren del todo al estrellarse. Deberán seguir. Deberán arrastrarse y volver a reunir parte por parte cada lengua de fuego que haya sobrevivido. Encajar cada hueso en su lugar, para poder andar. Frenar hemorragias. Zurcirse la piel como si fueran niños de trapo. Rellenar el corazón con arena, con la misma arena que se llenan los relojes. Y esperar. A aquellos que aún los sostiene la vida, volverán tarde o temprano a sentarse en la colorida mesa de los segundos. Los otros, astronautas fracturados y huérfanos, orbitaremos eternamente la tierra.
Vengo bajando del Rotundo. Voy cansada. Las espinas me han herido las piernas, los brazos, las mejillas. Tropecé ayer, no alcancé a sostenerme en pie y mis manos tampoco me sostuvieron. Comenzó a llover y yo sin capa de agua. Calzando unos zapatos tan livianos. Tan descubierta. Llevo dos fotografías tomadas en la cumbre. Sé lo que hay arriba, sé como se ve desde allí. Las águilas me escudriñaron con su ojo amarillo casi todo el tiempo. Los cóndores son aves prehistóricas. De muchas plantas que vi, no hay registro. Les puse nombre de acuerdo a lo que me recordaban. Viven allí "El ocaso del miedo", la "Madre siempre viva", el "Fantasma de la laguna", el "Hermano perdido". Una de ellas es venenosa. Muy venenosa. Las otras sanan algunos males. Pero en pequeñas dosis. Todo en grandes cantidades es venenoso. Cuando el terreno se vuelve empinado bajo más rápido, mis piernas parecen llevarme, pierdo el control. En la cima del Rotundo, vive principalmente la inconsciencia. Por eso siempre llueve. A veces, clarean sorpresivamente unos extraordinarios cielos de lucidez. Por el contrario, en la cima del Dorotea vive la infancia. Siempre hay sol sobre el Dorotea. El Rotundo es entonces el punto más lejano de la inocencia, sin llegar a ser maldad. Es sólo un acertijo que ha hechizado siempre a piratas y navegantes fuera de la ley. No hay tesoros escondidos en él. Los asuntos de valor, saltan a la vista. Es la humedad la que permanece oculta. Los bosques se tragan a los caminantes, largas ramas atrapan a las mujeres bellas, las convierte en seres de papel. Hay rincones que nunca llegué a conocer. Pequeños valles por los que no quise cruzar, porque nadie los había pisado jamás y hasta el Rotundo se merece el resguardo de lo sagrado. Voy cansada. Siete años es mucho tiempo. Planificar esta expedición no fue fácil. Perdí el rumbo varias veces. Estuve a punto de morir en el ascenso, sin embargo, persistí. Para mí, la cara norte de mi tranquilidad estaba en la cima del Rotundo y debía ir por ella. Aún así, voy bajando dudosa si después de este cansancio inmenso viene la paz. Contra todo vaticinio he salvado la vida. Quizás porque no soy ni un caminante ni una mujer bella. Sólo soy la niña pirata más intrépida al sur de la isla de Wellington.
Fotografía de Anxos Sumai
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Bill Hicks |
William Melvin "Bill" Hicks. Nació el 16 de diciembre de 1961. Se fue de acá, el 26 de febrero de 1994. Posiblemente algunos de ustedes no lo conozcan. De hecho, yo lo conocí anteayer. Me visitó en mis sueños. ¡Despierta cabrón!, Tú eres el pelmazo que conocí en Oklahoma.
"Estoy tan aburrido de armar al mundo y luego enviar tropas para destruir esas armas, ¿saben a lo que me refiero? Seguimos armando a estos pequeños países y luego vamos, y les volamos toda la mierda. Somos como los matones del mundo, saben. Somos como Jack Palance en la película Shane...Tirando una pistola a los pies de un pastor: "Levántala." "No la quiero levantar señor, usted me disparará." "Toma el arma". "Señor, no quiero ningún problema. Solamente bajé a la ciudad para conseguir algún caramelo para mis niños, y algún guingam para mi esposa. Ni siquiera sé cual guingam es, pero usa como 10 rollos semanales de esa cosa. No estoy buscando problemas señor." "Levanta la pistola." Boom, boom. "Todos ustedes lo vieron. Él tenia el arma".
"Oh vamos Bill, son los New Kids, no la agarres con ellos, son tan buenos y se ven tan bien y son tan buena imagen para los niños.' Que se pudra. ¿Desde cuando la mediocridad y la banalidad se convirtieron en una buena imagen para los niños? Quiero que mis hijos escuchen a personas que realmente rockearon. No me importa si murieron ahogados por su propio vómito. Quiero a alguien que toque para sus putos corazones".
"El peor tipo de no-fumadores son los que se te acercan y tosen. Eso es una mierda muy cruel, ¿no es así? ¿Acaso vas donde los lisiados y bailas también?".
Info sobre Bill Hicks en la Wiki.
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Consultorio Sentimental |