La muerte es hermosa y japonesa
I
ba en el último vagón y la mina se sienta a mi lado. Era hermosa y japonesa. Me miró, suspiró y puso el chaleco sobre sus piernas. Luego me volvió a mirar. Yo miré para otro lado. Siento su mano en mi bragueta. Su mano izquierda sobre mi bragueta. Me desabrocho. Y ella juega y juega. Se agacha y está ahí un momento. El tren avanza rápido. Me parece que muy rápido. Ya casi no quedan pasajeros. Falta poco para llegar a la próxima estación. Bajan tres personas y nadie sube. Me besa. Tiembla. Tiemblo. La acaricio. Estoy a full. Pienso que es un sueño pero sé que no lo es. Pienso que por fin he tenido un día de suerte. La beso, beso sus pezones, nunca he estado tan caliente. El tren llega a destino. Ella garabatea algo en un papel y me lo entrega. Es un número de teléfono. Luego se pierde en el andén. Al día siguiente llamo. Me contestan de una funeraria.
comentarios:
09:50
El japonés sos vos, que cerrás de forma fantasmal el relato.
Tal vez la hermosa japonesa no era la muerte y si luego del llamado concertabas una cita, quizas surgiera un discurso erótico a través de salas de velatorio "a full".
Un francés, no recuerdo el nombre, cada vez que pasaba por un cementerio y una mina lo llamaba de adentro, entraba como balazo, aceptando necrofilias y vampirismos.
Durante mi juventud, en Panamá, en un cine donde pasaban películas eróticas, se me sentó al lado una japonesa hermosa y nos acariciamos y besuqueamos durante la proyección de dos cintas. Una sobre las consecuencias de las orgías adolescentes ("Stigma") y la otra sobre los beneficios económicos que brindaba la prostitución ("Soy una mariposa"). Cuando intenté que me agarrara la pija con una mano. Sonrió dulcemente y me dijo al oído "Son cinco balboas" (cinco dólares). Yo no tenía un mango. Entonces seguimos abrazados hasta que terminó la función. Dejé a la tenue japonesa en su butaca y salí a la calle, al gentío panameño, con la pija tremendamente dura. Gobernaba Torrijos.
Publicar un comentario