Dolce & Gabbana
T
E recordaba. Cómo no habría de hacerlo. Siempre y con mayor frecuencia lo hacía. Eso. De recordarte. Una guerra en Bosnia-Herzegovina. Una revolución antirrevolucionaria. Dos mil muertos y un Tsunami. Siempre lo asociaba contigo. Veía tu rostro en todas las tragedias. En cada carretera ensangrentada. Tierra arrasada. Choques de trenes. Niños famélicos echando espumas por la boca. Cadáveres tirados por la alcantarilla. Erupciones volcánicas. Desastres aéreos. Cajas negras en el fondo del océano. Siempre me remitían a ti. No sé si fuiste lo peor de Occidente. O si en otra vida fuiste clepsidra, un poema, nube o el Jefe de los Tiranosaurios Pero en la mía fuiste el dedo de Dios. No te había vuelto a ver. Nada sabía de ti en veinte años. Desapareciste del entorno y no de mi vida. Te recordaba como quien se acuerda de Hiroshima y Nagasaki. Mil soles radiantes quemando los ojos. Hoy tiré una botella al mar en Facebook y estabas. Radiante. Fotos de tu último viaje a Italia. Roma. Ponías el link de una canción de Marco Antonio Solís en YouTube. Fotos de tus hijos, tu marido y lo que vas a comer mañana. Los lentes de Dolce & Gabbana comprados en París. Ponías Me gusta a un aforismo de Paulo Coelho y te habías hecho amiga de Yo también camino por casa en pantuflas. No estaba equivocado. Comprobé que eres un verdadero desastre.
2 comentarios:
05:03
Las personas son las más de las veces decepcionantes.
07:24
ni que hablar cuando me decepciono a mi misma
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