Daniela Benavente

Daniela Benavente



La foto es de la mismísima. De ella. Daniela Benavente. Nada más ganar un concurso mundial de belleza, me enamoré. Me enamoré de ella. Y eso fue todo. Luego el tráfago de la vida cotidiana. La Patagonia y el fin del mundo. El almacén y la mata de lechugas. Todo lo que tiene que ver con un poco más que la nada. El viento, la nieve y el azul de las piedras. Y me olvidé. Me olvidé de la belleza de la que me había enamorado. De ella. De Daniela Benavente. Hasta que un día -como en los cuentos- ella entra al almacén. La mismísima Daniela Benavente. Y no es cuento. En un primer momento pensé que no debería seguir tomando Stolichnaya. Que estoy alucinando. Que estoy dormido. Soñando. Me dice que vive a media cuadra de casa. Que es de Santiago. Que vive en la calle Valdivia. A media cuadra de casa. Que somos vecinos. Compra una mata de lechugas. Sonríe. Se va. Yo loco. Trastornado. Luego vuelve muchas veces al almacén. Pero ya entonces, era una vecina más.

3 comentarios:

Anónimo dijo...
07:06
 

Me dio sed lo del vodka y en fin, la nostalgia no es lo que solia ser.

Entre el azul de las piedras y el Stonichnaya, ya yo tampoco encuentro difícil resistirme a esa o a otras diosas.

Pat_Agónica dijo...
00:55
 

Has matado al cliché de la realidad superando a la fantasía