Nos pensábamos eternos
Estamos prestos para el desamparo y la desdicha.
Dispuestos inermes para el zarpe feroz.
En lugares chirriantes de viejas meretrices insomnes.
Mares desbordados llevándose todo en profundo silencio.
Curas solemnes desprovistos de sexo eyaculan bajo los árboles.
Más allá niños azotados por la furia de la desdicha,
ciudades enteras abrasadas ardiendo
en noches de mil soles de partículas radiantes.
Avenidas veloces que se precipitan al mar.
Veo familias destempladas agarrándose a balazos,
por un poco más de tierra, por un libro,
por uno u otro piojo de más.
Banqueros inútiles que lloran pidiendo piedad,
sus cráneos vacios azotándose sobre un peñasco.
No habrá piedad para nadie, nadie será salvado,
nadie merecerá ser salvado.
No habrá buenas intenciones. No habrá perdón.
Los Generales serán fusilados por subalternos sin instrucción.
Vírgenes violadas a mansalva, una y otra vez.
Toda obra de arte será ceniza.
Cada cabeza tendrá su bate de beisbol.
Morirán pacientes y cirujanos, rameras y santas.
Nadie quedará como testigo, no quedará ni el vestigio.
Ni el rayo quedará, ni una ecuación, ni una canción.
No quedará ni una cascara de nuez.
Solo un cielo negro y el silencio eterno en su pedestal.
Planeta arrasado por el desamparo del destino.
Solo el silencio y luego el silencio.
Más tarde, el silencio, un cielo negro y el silencio.
Solo el silencio.
comentarios:
01:58
Te quiero.
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