Jorge Díaz Bustamante

Jorge Díaz Bustamante

Buenas maneras

"1.- La mesa es uno de los lugares donde
más clara y prontamente se revela el grado de
educación y de cultura de una persona, por cuanto
son tantas y de naturaleza tan severa, y sobre todo
tan fáciles de quebrantarse, las reglas y las
prohibiciones a que está sometida".
MANUAL DE CARREÑO.

Ellos se sientan alrededor de la mesa, los conozco, a mí no me engañan. Aparecen timidamente, caminan cabizbajos con la mirada extraviada, como si estuvieran ausentes. Permanecen en silencio, como si no tuvieran voluntad. Después de un tiempo, cuando forman un buen grupo y ya se sienten cómodos, comienzan a murmurar y a elevar paulatinamente el sonido de sus voces. Después ríen mostrando sus mandíbulas feroces. Creen ser muy entretenidos y gesticulan con ademanes exagerados, para llamar nuestra atención, seguro. Aunque de este lado, los directores, parecen no percatarse de esta situación y siguen con las mismas conversaciones banales, que de tanto oírlas ya las tengo resabidas: El nuevo auto de Juan Carlos. Las vacaciones en Cancún de Alexis. La enfermedad manifiesta de la cual nadie quiere hablar, pero es un embarazo viejo, la hija de Guillermo, la Jimenita ¡y tan fina que se hacía la tonta! La inminente caída del cabello de Carrasco. En fin, parece que este fuera otro mundo.
Al otro lado, me imagino, la situación debe ser distinta. Lo digo por esos imprevistos cambios en la tonalidad de sus ojos. Por el brillo salvaje en sus pupilas. Sus preocupaciones, sin duda, son distintas. El alimento diario, proteger su guarida, evitar a los siniestros depredadores. Claro que es distinto.
No tienen la suerte nuestra, no. Y eso es lo que no entiende el bruto de Camilo. En vano le insistí que era peligroso mantener este contacto, que las condiciones no estaban dadas, que la democracia, hasta por ahí no más viejito. Tu padre, Dios lo tenga en su santo reino, siempre puso mano dura; el látigo o la espada, y nunca nadie se desvió del camino. Es que siempre tuvo esa fortaleza que muchos envidiaban.
Camilo es arrogante, le gusta lucir sus corbatas de seda italiana, sus mocasines de ante, su Rolex que consulta con gesto displicente. Dice que la elegancia, la buena educación y el apellido pueden distinguirse a kilómetros de distancia. Es natural él es el nuevo gerente general de esta empresa y lo hace notar.
No se puede negar, tiene buen gusto y para esta ocasión no se fijó en gastos. Contrató a la Lola Vidaurre que no dejó detalle al azar; adornos florales, manteles celestes, el blanco ya no se usa, la mesa bien dispuesta con abundantes platos nacionales. Un verdadero festín. Es evidente que quiere impresionar. De todos modos es una pérdida de tiempo. Una verdadera lástima que no me haya escuchado, pero al Camilo le gusta el halago fácil. Fui el único que votó en contra de esta moción. Cinco votos contra uno, los otros directores, encabezados por el pelotas de Guillermo, son capaces de aprobar el fusilamiento de su madre, con tal de agradar a Camilo.
Hay tipos que nacen parados, buena estrella le llaman. Los demás, tenemos que sacarnos la cresta para abrirnos paso en la vida y cuando ya creemos que a costa de sacrificios nos hemos ganado un lugar de importancia en este mundo, nos damos cuenta que seguimos bailando en la cuerda floja, "equilibrio precario" como define Camilo. A su viejo lo apoyé en todo, era bien hombre para sus cosas, luchamos mucho para llegar hasta aquí, siempre creí que ocuparía su lugar.
Ahora Camilo se propone pronunciar un discurso. Hace una carraspera, pero nadie lo escucha. Están verdaderamente animados, comen con gran apetito, algunos gruñen casi eufóricos, otros giran insistentemente demostrando su alegría. Otra carraspera y los directores se ponen nerviosos, porque no hay respuesta. Entonces Camilo con delicado gesto ceremonial, toma un tenedor y lo golpea repetidas veces contra una botella. El sonido tiene un efecto mágico, porque inmediatamente todos guardan silencio. Por un instante el tiempo parece detenerse.
El gerente general, dueño de la situación, hace una lenta inspiración, guarda cuidadosamente una mano en el bolsillo, da un paso adelante y comienza a hablar. Es horroroso, ¡ nadie entiende nada!. Eufemismos, metáforas y ditirambos van llenando la habitación; la nueva era, los nuevos tiempos y la conciliación. Los directores observan con cara de estúpidos, el imbécil de Guillermo asiente apoyando a Camilo. Al finalizar, el chillerío es impresionante, baten sus palmas y golpean el suelo. Están contentos.
El más viejo de ellos, alza los brazos y todos callan. Intenta hablar. Creo que esto ya rebasó todo límite, Camilo ve mi desición de detenerlo y me ordena que permanezca quieto. Con gestos infinitamente perdidos en el tiempo, el anciano, cuenta la dramática historia de explotación y miseria de su pueblo. De pronto, con un violento ademán desgarra la andrajosa camiseta que lo cubre. Muestra su espalda. Los directores palidecen al ver las cicatrices de los latigazos. El rostro ajado, se vuelve amable y extiende sus manos abiertas en señal de paz y amistad.
Nuevamente el chillerío. Todo está fuera de control. Camilo está feliz, los directores lo felicitan. El gerente general se dirige a ellos. Lo rodean. Le palmean la espalda. Muestran sus fauces malolientes. Gruñen. Traban sus mandíbulas de bestias.
Los directores sonríen, comentan la audacia de Camilo. Ninguno de ellos ve que la corbata de seda italiana ha caído lentamente al suelo, manchada de sangre.

comentarios:

Anónimo dijo...
23:49
 

abrazo coco!


n.