Ese hombre está mal

Ese hombre está mal


Por Héctor Martínez Díaz

En los años 70 en Estados Unidos un psicólogo de apellido Zimbardo, para demostrar como cambian las conductas de las personas si se enfrentan a ciertas condiciones sociales, efectuó un experimento con sus alumnos de Stanford, simuló las condiciones de una prisión y durante una semana vivieron encerrados sus alumnos, unos ejercían de cancerberos y otros de reclusos. El experimento, tuvo que ser detenido por el sadismo y crueldad demostrada por los guardias en contra de los presos, quienes eran sus propios amigos o compañeros.

Zimbardo, denominó Efecto Lucifer, al hecho que el más bueno y noble de los humanos si se llegasen a dar ciertas condiciones sociales, puede renunciar a sus principios valóricos y llegar a ser el más perverso de los mortales, en suma un tipo malo. Recordando que Lucifer era el ángel bueno y predilecto de Dios, cuya codicia y arrogancia le llevaron a rebelarse contra su mismísimo creador y ser expulsado del paraíso.

Durante el conflicto de Aysén, a muchos llamó la atención el rol que protagonizó el por entonces ministro de energía, Rodrigo Álvarez, en las negociaciones con los dirigentes de la mesa social. El otrora siempre sonriente querubín de la derecha, admirado por su caballeresca capacidad articuladora, dialogante y negociadora empatía con sus contrincantes, en suma, un hombre bueno, investido de amplios poderes por La Moneda, arribó a Aysén arrogante y prepotente golpeando amenazadoramente la mesa, poco humilde fue lo más suave que dijeron de él los ayseninos.

Como era de esperar, su accionar no fructificó en consensos sobre las demandas sino que solo contribuyó a exacerbar y recrudecer las movilizaciones, dejando Aysén con un estallido social de magnitudes insospechadas.

Los propios dirigentes del movimiento viajan a Santiago en busca de una solución al conflicto, se reúnen en La Moneda con el vicepresidente y el ministro de la presidencia, retoman el diálogo y logran un acuerdo que pone fin a las movilizaciones.

Sellado el acuerdo el ministro Álvarez, otrora conservador de las formalidades políticas, rompe sus códigos y renuncia mediáticamente contradiciendo aquel principio que los ministros no renuncian, es el presidente quien los saca. Recordando lo acontecido con Roberto Pizarro, que siendo ministro de Mideplan, renunció por no estar de acuerdo con las políticas sociales del entonces presidente Frei Ruiz Tagle y, mas reciente, la elástica renuncia del ministro de educación Felipe Bulnes, quien hecho publico que dejaba el cargo a petición del presidente Piñera, se queda de manera noble unas semanas más sin decir ni pío.

Pero el bueno de Rodrigo, no quiere ser Pizarro y en ningún caso Bulnes, desea un traje de mártir y se inmola públicamente "soy la cara visible de una forma de hacer política que fracasó". Y, de paso, justifica su renuncia con que fue pasado a llevar y nunca le notificaron las negociaciones que se estaban realizando.

A estas alturas, puede esperarse cualquier cosa, ojala alguien lo detenga porque, pareciera ser que ese hombre está mal, una cosa es que no lo invitaran para la foto y los apretones de manos, pero no se puede andar por la vida aguándole la fiesta a su propio gobierno, eso es más propio de villanos y aunque la teoría de Zimbardo lo diga, de ti Rodrigo no lo creo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...
13:03
 

Álvarez, que estudió en el Liceo San José de Punta Arenas, a quien recordamos todos desde esos tiempos, como un tipo que apoyaba la dictadura militar, que no se soltaba la corbata ni por si acaso y que, por supuesto, tenía más pelo, siempre fue así.

Muñoz Molina.

Hugo, me gusta el espiritu combativo, por no decirte VAMOS CARAJO!!!
Ellos ya lo describieron con palabras super simples, palabras de la vida misma, palabras de la experiencia..."poco humilde"

Apoyo desde el otro lado del culo del mundo
Diego.