Hay un tipo de por ahí
que dice que me falta talento.
¡Basta ya del bíblico talento!
Otro que Bukowski lo hizo mejor.
Pones en un texto follar y ya te
comparan con el bendito Bukowski.
Malditos putos traductores españoles
cuánto mal han hecho.
Que me repito una y otra vez.
Vale. Es verdad. Siempre estoy escribiendo
el mismo acorde de la misma canción,
¿y qué? Una chica de Caracas
dice que soy un machista redomado,
que siempre termino matando a una mujer.
¡Y lo dice de mí que soy feminista!
Otro me habla de Carver y sus finales.
El de más allá dice que me parezco a Parra,
me niego terminantemente a perecerme a él.
Hay algo en ti que se parece a Nazim Hikmet.
En las frases cortas te pareces a Marcelo Fox.
Cada día es más difícil escribir sin que llegue
un pinche cabrón y que diga que te pareces
a tu prima Merly o a Homero Manzi,
a Joyce o al tipo que escribió 20 libros
y no lo conoce ni la madre.
Seguiré escribiendo como siempre escribo.
Seguiré sin una pizca de rubor en las mejillas.
Sin importarme un soberano sorete
que Bukowski lo haya hecho mejor.
Me olvidaré de Carver y sus finales.
De Parra que no me dice nada.
De Hikmet mi alabanza. De Marcelo Fox la gloria eterna.
Escribo porque tengo que escribir y eso es todo.
Y gratis, sin becas, auspicios ni alabanzas.
Y así.
Ni siquiera me preocupo por mi estilo.
¡Es que tampoco tengo estilo!
Yo que nunca tuve nada me voy a preocupar ahora
por tener un estilo. Trato de hacerlo bien
y eso es todo y es bastante.
Y nada.
Parece que me voy a tomar un trago y la chica
más fea del lugar me odiará con frenesí. O no.
Mientras tanto seguiré escribiendo.
Mal que le pese a escritores anónimos
de Semana Santa.