Se celebraba el día del Patrimonio Cultural. Ivonne Lucero se contactó conmigo. Es la bibliotecaria de la escuela Ramón Serrano Montaner de la comuna de Torres del Paine. Presto fijé mis condiciones: voy a llegar en mi jet privado a las 10.45 De ahí directo a la escuela. Quiero hacer el trayecto en una limusina. Cinco minutos antes haré una prueba de sonido. En mi camerino de 300 metros cuadrados orientado hacia las Torres del Paine, pintado de color rojo incruento, necesito 200 toallas blancas. Una colección de vinos chilenos, españoles e italianos. Entre los vinos chilenos no podrá faltar el Montes Alpha Cabernet Sauvignon. Veinticuatro botellas de agua Fiji. Media docena de percebes de Galicia. Caviar dorado ruso a discreción. Un balón de oxígeno por cualquier contrariedad. Una jarra de café colombiano de Colombia de Shakira. Dos litros de crema holandesa. Veinte kilos de centolla para mi agente literario y mi equipo. Una temperatura controlada de 22 grados centígrados. Una docena de árboles bonsai. Una alfombra de claveles en el piso. Como ese día sería viernes, necesito una botella de cognac Courvosier. Los niños tendrán que dirigirse a mí como Su Majestad El Poeta. Por último, me pararé frente a ellos y no diré nada. Eso por media hora. No aceptaré preguntas. Me contestó que aquello no sería posible. Que solo me pasarían a buscar y luego me traerían a casa. Acepté. Fui feliz.