La Poseída
A a primera vez que oí hablar de La Poseída fue por boca del Cuatro Penales. Le decíamos así porque una tarde de domingo los había errado frente a la selección de Punta Arenas. Me contó que La Poseída había arribado de Santo Domingo al quilombo de María Teresa. Después que Cuatro Penales me contó aquello, también me hablaron de La Poseída: Tuco Pocos Pelos, Chorrillito, Cien Pesos por Cuadra y Hay Mamita que me Meo. Todos ellos habían visitado a La Poseída en el lupanar de calle Balmaceda. Se llamaba Lucía, decía llamarse Lucía, aunque en los quilombos tanto los nombres de las putas como la de los clientes generalmente son inventados. Pero ya los viejos puteros natalinos la habían bautizado como La Poseída. La vida nómada de una puta hace que en Buenos Aires se llame Victoria, en Pernambuco se llame Roxana, en Barcelona Maite y en Puerto Natales Lucía. La verdad que todo el pueblo hablaba de ella. En los taxis, las carnicerías y los hostales casi no se hablaba de otra cosa. Es que nunca se había visto algo así. No había registro. No estaba en los manuales. Era verdaderamente una puta única. De las oleadas de putas de última generación que habían llegado a Puerto Natales evidentemente era una enviada de los Dioses.
Cuatro Penales me contó que le tiró dos o tres datos de Marcela, su noviecita de la secundaria, y La Poseída se transformo en Marcela. Besaba como ella, suave como ella, estrechita como ella y dulce como ella. Tuco Pocos Pelos le comentó de Julia, su primera esposa muerta. La Poseída encendió una vela y se santiguó, seguidamente se convirtió en Julia. Era Julia. La Julia que treinta años atrás lo había engañado prometiéndole amor eterno y se había muerto al año de casados. Chorrillito le dijo que se transformara en Iris, nada más comenzar Iris a entornar los ojos como antes lo hacía, Chorrillito pagó y huyó del local vuelto loco y llorando. Cien pesos por Cuadra fue el hombre más feliz del planeta. Le habló a la Poseída de María. Ella había muerto 20 años atrás. De un cáncer incurable. Cuando el cáncer era verdaderamente incurable. María era fogosa, insaciable y con medidas descomunales. Lucía de Santo Domingo fue María. Nunca María fue tan María como con Lucía. Era verdaderamente ella. Por siempre ella. Con Hay Mamita que me Meo pasó lo mismo. Él tuvo un gran amor en el barrio de Flores en Buenos Aires que se llamó Ximena. Durante 30 minutos La Poseída fue Ximena. La loca, la mística, la neurótica Ximena, la mujer que abrazó la causa de la izquierda a ultranza y después derivó a una secta secreta con reminiscencia trotskista.
Antes de entrar al quilombo a encontrarme con La Poseída pensé en Cristina que trabajaba en el Hospital y fue mi primera novia. En Yolanda que conocí en Lima. En Vicky militante peronista argentina. En Susana mi antigua maestra e iniciadora sexual. En Mary, la buena Mary de Santiago del Estero. En el desparpajo de Marta, en la arrogancia de Mercedes, en la virginidad de Paulina, en la lucidez de Samantha, en las tetas de Alejandra, en la poesía de Claudia, en las caderas de Cecilia, en el culo de Mónica y hasta en el mal humor de Rocío. Y ahí estaba yo indeciso frente a La Poseída. Me imagino a que vienes por un poquito de placer me dijo con voz melosa. AsentÍ sin decir palabras. Me tomó de la mano y me llevó a su cuarto mal iluminado. Apenas alcancé a fijarme en un cuadro del Gauchito Gil colgado en la pared cuando me preguntó qué quería, en qué quería que ella se transformase. Atiné a decirle un nombre en el cual jamás había pensado, pero que tenía que ver con lo último que estaba leyendo. Cuando disparé el nombre ya no había vuelta atrás. En un santiamén se transformó en Simone de Beauvoir. Fue el peor polvo de mi vida.
Cuatro Penales me contó que le tiró dos o tres datos de Marcela, su noviecita de la secundaria, y La Poseída se transformo en Marcela. Besaba como ella, suave como ella, estrechita como ella y dulce como ella. Tuco Pocos Pelos le comentó de Julia, su primera esposa muerta. La Poseída encendió una vela y se santiguó, seguidamente se convirtió en Julia. Era Julia. La Julia que treinta años atrás lo había engañado prometiéndole amor eterno y se había muerto al año de casados. Chorrillito le dijo que se transformara en Iris, nada más comenzar Iris a entornar los ojos como antes lo hacía, Chorrillito pagó y huyó del local vuelto loco y llorando. Cien pesos por Cuadra fue el hombre más feliz del planeta. Le habló a la Poseída de María. Ella había muerto 20 años atrás. De un cáncer incurable. Cuando el cáncer era verdaderamente incurable. María era fogosa, insaciable y con medidas descomunales. Lucía de Santo Domingo fue María. Nunca María fue tan María como con Lucía. Era verdaderamente ella. Por siempre ella. Con Hay Mamita que me Meo pasó lo mismo. Él tuvo un gran amor en el barrio de Flores en Buenos Aires que se llamó Ximena. Durante 30 minutos La Poseída fue Ximena. La loca, la mística, la neurótica Ximena, la mujer que abrazó la causa de la izquierda a ultranza y después derivó a una secta secreta con reminiscencia trotskista.
Antes de entrar al quilombo a encontrarme con La Poseída pensé en Cristina que trabajaba en el Hospital y fue mi primera novia. En Yolanda que conocí en Lima. En Vicky militante peronista argentina. En Susana mi antigua maestra e iniciadora sexual. En Mary, la buena Mary de Santiago del Estero. En el desparpajo de Marta, en la arrogancia de Mercedes, en la virginidad de Paulina, en la lucidez de Samantha, en las tetas de Alejandra, en la poesía de Claudia, en las caderas de Cecilia, en el culo de Mónica y hasta en el mal humor de Rocío. Y ahí estaba yo indeciso frente a La Poseída. Me imagino a que vienes por un poquito de placer me dijo con voz melosa. AsentÍ sin decir palabras. Me tomó de la mano y me llevó a su cuarto mal iluminado. Apenas alcancé a fijarme en un cuadro del Gauchito Gil colgado en la pared cuando me preguntó qué quería, en qué quería que ella se transformase. Atiné a decirle un nombre en el cual jamás había pensado, pero que tenía que ver con lo último que estaba leyendo. Cuando disparé el nombre ya no había vuelta atrás. En un santiamén se transformó en Simone de Beauvoir. Fue el peor polvo de mi vida.
12 comentarios:
09:00
Lástima, una poseída así habría que haberla aprovechado pidiéndole que se convirtiera en Marlon Brando o en Burt Lancaster, incluso en James Dean, y si realmente surgiera la confusión, que transmutara en los tres mitos juntos y si aparecí entonces Bernard Shaw con un cirio prendido en la mano, aceptar la ley maragata.
Pero, cojer con Simone de Beauvoir es ponerse a sudar mete y saca frente a la cara de Sartre, es un polvo vanidoso con disquisiciones sobre el premio Nobel.
Los polvos vanidosos conducen a la amargura y al consumo de sopa de gallina: Colesterol y calambres calamares.
13:38
Hace años me sucedió garchando con la hija de un amigo. En el tete a tete se me aparecía la cara del viejo. Le dije: "Cortémosla. Es como estar cojiendo con tu padre". Me mando a la puta que me parió y hasta el día de hoy, mantengo con ella unión familiar humana.
10:50
El tercer comentario, lo supongo como obra de juventud de Graham Greene. Supongo también la nutritiva amistad del inglés con el panameño Chuchú Martinez, como iluminación en edad madura.
Chuchú y Trejo son familia: tribu.
O sea, un gobierno cualquiera te mete preso por terrorista. Vos no tenés nada que ver con "terrorismo". Entonces te convertís en terrorista ilimitado: humildad de Dios.
El tercer comentario es: Trejo, Chuchú, Yoel.
Aquí, a la poseída, hay que mantenerla con la cabeza sumergida en un inodoro, hasta que visualice a Jaques Yves Costeau, el pejerrey que ríe.
12:30
Yoel; acá puedes encontrar un poema de Chuchú Martínez. Recuerdo la noche que en tu casa me hablaste de él. No me olvido. Anoche volví donde La Poseída. La cola era tan larga que espantaba. Vi entrar a mi amigo Jorge con Geraldine Chaplin, a Javier con una presidenta latinoamericana, a Chendo de acá a la vuelta con su mamá y a Daniel con una bigotuda que no conocí.
15:22
Cuando lo vi en Panamá Deception, no lo reconocí, largas barbas, túnica, y enseguida la muerte.
Como poeta nunca me convocó leerlo. Eso era evidente cuando hablábamos. Entonces me invitaba a agarrarnos a trompadas.
La poesía estaba cuando se convertía en policía o te regalaba dinero. Lo otro, los textos, lo hacía por obligación, para romper las pelotas. Chuchú.
16:15
Poca imaginación a la hora de encontrarte con la zeligniana Lucía, te lo perdiste!...anduviste raspando de no pedir que se convirtiera en la Mercedes Sosa...o la Violeta Parra...feas como ellas solas, pero al menos (en compensación)divas geniales. Pero, la Simone de Beauvoir era fea, loca, latera y hasta me la imagino hedionda. No sé, los existencialistas me tinca que no conocen paquécrestas se usa el jabón.
Ni hablar de los parfums...aunque estén en la belle France.
Mas imaginación para la próxima...habiendo tantas mujeres dignas de poseer. Por último recurrir al personaje, si no se viene a la mente una persona...una colegiala por ejemplo (very tipical), una monja, la profe aquella, la mamá del amigo...en fin...
Ximena.
21:26
Putas y monjas se educan de niñas. En cuanto a la poseída, debe ser una acólita más, de las que rinden culto a las subversivas teorías de Allan Kardec, que provocaran en la vieja Francia aquella famosa epidemia de chupapijas que mamando la poronga de un incauto, gesticulaban hasta parecerse al ectoplasma del ser querido que inconcientemente invocaba el que sacaba la verga al aire.
07:56
es maravilloso...(pero aunque es una desgracia estar leyendo ese libro en ese momento podia haber ido mucho peor). creo que la poseida tiene todas las caracteristicas de una buena traductora, no?
09:18
Ebulliciones de la cultura energúmena: Beauvoir como objeto de joda.
Hubiera sido preferible usar la imagen de una madre propia a la que se le abre grande la boca para cagarle dentro, hubiera tenido algo del humor buscado.
Sartre fue el cerebro máximo que pudo dar siglo XX, y Beauvoir su compañera... A lo sumo disentir, criticar...
Pero la modestía es un pecado para los que no llegan a ser un 10% de sorete de Beauvoir.
O sea, mi enojo se parece al de Salvatore Giuliano cuando se ve traicionado por los ratones de su pueblo.
Entiendo que la pelotudez es el opio de los pueblos y no me desentiendo de su maroma (soy pelotudo), pero no meemos continuamente fuera del tarro, no nos cagemos sobre los clásicos. Cagémonos sobre nuestras madres que hicieron la recagada de parirnos.
Cuando Cocteau se caga en Víctor Hugo, Cocteau es clásico como Hugo y su menosprecio es un aporte a Hugo. En cambio, si Cocteau hubiera sido simplemente un energúmeno, Hugo Vera Miranda no sería un clásico.
15:26
Hugo: Cuando en otro post, hablás de Neruda-cerdo, también jugás con lo peyorativo del clásico, aunque allí tu gramática juega con que no se sepa si el peyorado es el cerdo o Neruda. Lo lúdico de Natales y el mito. Borges soñaba con escaparle a la Consagración y Neruda no puede ser menos. A Neruda lo amé a través del Chileno, lo leíamos en voz alta. Al Neruda joven. Después escucharlo a Neruda recitar sus poemas, su voz resultaba absolutamente destructiva para sus poemas. Qué voz insoportable y mirá: una noche lo escuché a Victorio Gassman recitar la canción desesperada en español, y la pija se me salió por la garganta.
Un chileno pinochetista que en Buenos aires se gana la vida vendiendo café por la calle, construye a Neruda: "Era un vago de mierda. Lo único que sabía hacer era cojerse a las mujeres".
Qué carajo importa que Pablo Neruda engolara para la mierda su voz al recitar, si el cafetero pensando en él, da la imagen de la poesía con tamaña simpleza. ¿No?
16:02
En cierta medida Neruda dejó una impronta difícil de soslayar. Casi todos los poetas se creen poetas. Se creen Neruda. Se transforman al recitar. Les sale una voz inauténtica. De ultratumba. Muchos poetas descubrieron que eran más poetas con aquella voz “de poeta”. Les dio resultado. Se dieron cuenta que se podía levantar minas con la voz de poeta. Seres distintos. Ultraterrenos. De otra galaxia. Y aquello quedó. Evidentemente que no se puede decir un poema como quien relata un gol de Tévez. Pero tampoco se puede leer un poema como Neruda lo hacía. El cafetero resume en cierta medida lo que la gente cree. Que escribir no es trabajar. Alguna vez leí que el hijo de Jorge Teillier tenía problemas en el colegio. Lo entrevistó un psicólogo. Le preguntó que hacía su papa y el chico contestó que nada. Que solamente escribía y tomaba cerveza.
18:38
Pienso que cualquier animal, humano, doméstico o natural, vive en estado primal de vacaciones, de ocio, contemplación, vagancia, plenitud. El medio social dificulta, enajena, llama "trabajo" a tareas esclavistas abusivas. Pero el verdadero "trabajo" es vagancia a muerte, sabiduría extrema. Es la única fuerza que permite ser poeta, pintor, cuentista o asesino.
Los talleres de poesía, escultura o plomería, convierten a sus adeptos, en matería comestible y nada más (darles por el culo a lo sumo, cuando se iluminan). En cambio la vagancia, el tremebundo ejercicio de estar vivo, permite despegar de la mierda, y eso casi siempre es mortal y por eso luz.
Cada vez que se me para la pija, estoy haciendo el trabajo más inconmensurable que cualquier humano pueda llegar a hacer o describir.
Ser poeta no es escribir poesías, es darle la pija y el orto a los demás, y reir.
DEspués, por lo que son las voces, no te creas que la menopaúsica golosa engolada de los recitadores los lleva a cojerse a sus espectadores. Depende. Generalmente cualquier escritor famoso es imbancable para ser escuchado (Girondo incluido). Uno o dos poemas es genial ¡Es la voz del autor! Ahora el tipo sigue parlando, y es peor que cualquier autor nobel que también sigue hablando mientras no lo bajan a patadas o balazos, como quería hacer mi fallecido amigo Roberto Duarte cuando no le gustaba la estética del otro.
En cualquier taller literario, te dicen: "¡Basta! Acabemos con la lectura de textos. Ahora vamos a coger. ¿Okey? Vamos a cojer, pero sin leer cuentos".
Que Janis Joplin cantaba como cantaba porque le daba al wisky, o que Jimy Hendrix tocaba la guitarra eléctrica con su sangre porque se inyectaba heroína en la aorta?: No. En ellos como en muchos, estaba el poder de la vagancia, aunque parezca un conservadurismo.
Qué infinitud de metáforas inabarcables conflagarían en Neruda cuando se le paraba la verga.- Hablar ahí de "trabajo" es mear fuera del tarro. Los judíos antiguos llamaban a ese síndrome: "vanidad".-
Después que se escucha a Neruda contar los meos de Matilde, cualquier situación geográfica es newtoniana, Reclus mediante.
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