UÉ decir cuando alguien parte. Sin caer en lugares comunes. En la parábola perfecta. En la sentencia justa. Sin hacer poesía barata. Altisonante. Eso pasa y no debería. Pero pasa. Ha muerto Aristóteles España, poeta y amigo. Y algo más. Todo hombre es algo más que una enumeración de entuertos. De enunciados. ¿Debería decir que uso zapatos? ¿Qué jugó al trompo y a las bolitas de niño? ¿Qué le gustaba la sopa de su madre? Tal vez esto no sea importante. Las minucias que a nadie le interesan. Posiblemente no haya sido su mejor amigo. Incluso alguna vez en verdad, nos peleamos. Luego nos amigamos. Intercambiábamos poemas, libros, citas y maletas. Nos encontramos en Santiago de Chile, Puerto Natales, Buenos Aires, Punta Arenas. Frecuentábamos bares atestados de borrachos. Teníamos proyectos en común. Filmar una película. Viajar a Isla de Pascua. Escribir un libro al unísono. Amar a la más bella del condado. Navegar por el Cabo de Hornos. Todo era posible con el Tote. Con el Tote España, como le llamábamos. Era tan imprudente como yo. Igual de mentiroso como yo. Fabulador. Simpático. Querible. Mañoso. Inteligente. A veces tonto y también ingenuo. Como yo. Como el mundo mismo. Sobre todo un magnífico poeta. Uno de los mejores de este país. Fue el único que pudo sacarme de mi buhardilla, para ir a presentar su libro Dawson. Se lo dije: nunca más he de presentar libro alguno. Merece estar en un lugar mejor. Un lugar apacible sin penas ni desdichas. Un lugar en donde no se pague impuestos para estar. Y su poesía vagará libre por allí. Y su memoria en nuestros corazones. Para siempre. Querido Tote.